Los zombies son una representación ideológica -en el sentido de Althusser, no de la Tercera- especialmente sintomática de la sociedad de la que surgieron. Son una metáfora de resolución de las contradicciones teóricas y prácticas de la lógica liberal-capitalista de mediados de los 70’s y sigue estando presente su lógica en algunas producciones contemporáneas (Resident Evil, Biohazard). Para probar lo anterior se hace necesario un análisis estructural de sus partes constitutivas, poniéndolas en el contexto histórico en el que surgen: La pugna entre el capitalismo y el comunismo por generar hegemonía política a nivel mundial. Ello requiere guiar la explicación en torno a cinco distinciones, conexas entre sí: indiferenciado/diferenciado, socialismo/liberalismo, dientes/armas, Estado/sujeto y naturaleza/cultura.
Existe el consenso que lo definitorio del sujeto liberal es la racionalidad instrumental, eso es un error: Como bien lo dijo Horkheimer, la racionalidad instrumental exige la existencia de otro nivel de racionalidad que delimite sus alcances: esto queda especialmente claro en la exacerbación del sujeto y de la subjetividad, el entorno y todas esas mierdas que todos nosotros conocemos del postmodernismo. Esa racionalidad, anterior a la instrumental, es la de la diferencia tajante entre sistema y entorno (diría Luhmann), entre sujeto y sociedad. Por ello se dice que Descartes funda el pensamiento liberal. Esta idea tiene en su base la prerrogativa del sujeto de ser ajeno a toda coerción externa, a toda moral colectiva, a todo Estado y a toda influencia, para, a partir de esa libertad -que es en su base violenta, pues toda constitución del sujeto como diferencia supone violencia frente a su entorno a partir de lo que le de la gana, pues se define por esa capacidad- diferenciar, acoplar la lógica de su entorno a la suya.
Si estamos de acuerdo con el punto anterior, debemos necesariamente concluir que las amenazas para el sujeto (estructura estructurante y estructurada, diferenciada y diferenciadora) pueden provenir de dos tipos de fuentes indiferenciadoras: las externas (asesinato) y las internas (transformación). Las externas incluyen, los aliens, meteoritos y un largo etcétera, mas en este caso nos ocuparemos de las amenazas internas, que consideramos, además, las más representativas. El estadounidense promedio de la guerra fría cree que los comunistas son una especie de alien, no surge en él ninguna contradicción teórica más que la que supone su completa eliminación; pero, si en cambio, piensa que el comunismo existe en su propia sociedad el asunto se vuelve realmente complicado, pues supone destruir una parte de sí mismo (he ahí el drama de observar a un antiguo amigo/amante/conocido x convertido en zombie), la sociedad de la que forma parte: supone renunciar a la “mano invisible del mercado” y tomar uno de dos caminos, indiferenciarse (convertirse en zombie) o bien, diferenciarse radicalmente (el camino seguido por el postmodernismo y la lógica Recasens). Es por ello que la idea que “el marxismo es el cáncer del mundo” tiene mucha coherencia para la lógica liberal: Transforma un agregado de sujetos diferenciados que operan bajo la lógica de la “mano invisible” en indiferencia, metástasis, cáncer (Baudrillard). Se podría suponer que la indiferenciación es un resultado propio del capitalismo (un proceso dialéctico), idea que no es incoherente con la directriz de este razonamiento.
¿Qué es un zombie, después de todo? Es un sujeto corrompido, que ha dejado de serlo al indiferenciarse del resto de los zombies que configuran la masa (no sinérgica) de la que simplemente es una replicación metastática. El zombie es la ruina de un sujeto liberal y, dado que los sujetos sólo se pueden definir en cuanto diferencia, podemos decir que la naturaleza de la “zombificación” es la de indiferenciar algo que antes estaba diferenciado. Asimismo, los zombies no articulan discurso, sino palabras simples como “carne fresca”. Podríamos decir entonces que el discurso no puede estar presente en ellos pues no están diferenciados, no son sujetos, por lo tanto, su amenaza es biológica, propia de la naturaleza. La consecuencia de ello es que todos los zombies son iguales (o bien todos los miembros de una sociedad comunista son iguales), a pesar que tengan cuerpos discontinuos: de ello nos explayaremos más adelante (no obstante existan ejemplos contrarios, como la “cosa”).
Uno podría preguntarse porqué no se genera una frontera entre zombies y no zombies. La respuesta a esta interrogante es simple: aporía. La naturaleza de esta diferencia no es socio-histórica, sino lógica, son dos tipos diferentes de estructuras teóricas que son universales e incompatibles: los sujetos buscan generar distancia y los zombies eliminarla. Por ello los protagonistas quieren alejar (o alejarse de, como el caso del amanecer de los muertos) a todos los zombies y los zombies “zombificar” a los que faltan. En este sentido, el proceso de zombificación es peculiar: un zombie convierte en zombie a un humano al morderlo, devorarlo, contaminarlo. Son tres tipos de acciones que tienen algo en común: suponen la no-distancia entre atacante y atacado, son biológicas en su naturaleza (no requieren tecnología) y subsumen la idea de reconocer lo diferenciado a través de su internalización, de esta manera indiferenciándolo. En cambio, los protagonistas no zombificados generalmente se defienden con armas de fuego, que matarían a un sujeto, pero que no hacen lo mismo con los zombies, pues son no-vivos, no sujetos, ya están indiferenciados, así es que la entropía de la muerte no puede afectarlos. El objetivo de las armas de fuego no es matarlos, sino alejarlos (esto se observa en muchas escenas en que un humano se ve rodeado por zombies e intenta alejarlos desesperadamente con sus armas de fuego). Entonces, la naturaleza de las armas es la distancia, pues la cercanía extrema del arma supone afectar al mismo atacante (el caso de las bombas y las sierras eléctricas, que no escapan a esta lógica).
Al mismo tiempo, las armas de fuego suponen atacar a un zombie en su cuerpo, pues su naturaleza es la de atacar a un cuerpo a la vez: son armas, en su naturaleza, liberales, en ese sentido, por eso su efectividad es limitada contra los zombies y por ello la obsesión de los protagonistas de conseguir bombas, tanques u otras armas más impersonales, que ataquen áreas y no cuerpos y que requieran la distancia de lo atacante y lo atacado. La naturaleza de los zombies, como ex sujetos supone un cuerpo discontinuo, son representantes de una masa, como células cancerosas, como enemigos de un videojuego. Lo que representan, en su cuerpo, es el Estado. La quinta enmienda constitucional estadounidense garantiza el derecho a la posesión y uso de armas de los ciudadanos bajo el pretexto de la autonomía del sujeto frente al Estado. En ese sentido, las películas zombies son profundamente liberales y anti-weberianas. Las sierras eléctricas son las más peligrosas de las armas que usan por ello, porque suponen una distancia muy pequeña entre humano y zombie, y son asociadas a los más temerarios de los humanos, los soldados.
Las salidas que les quedan a los protagonistas, en general, arman el guión de toda película zombie: refugiarse de un asedio zombie, conseguir un tanque/granada/bazuca, hacerse de un medio de transporte que diferencie claramente lo interno de lo externo (tanque, camión blindado) y/o sea capaz de viajar largas distancias (barcos/helicópteros/aviones). Todas estas estrategias se basan en la generación de distancia, discontinuidad. El drama generalmente termina cuando se dan cuenta que la lejana isla donde pudieron llegar después de una larga huida ya está plagada de zombies, lo que reafirma la inexorabilidad de la aporía teórica.
Marcos González
Existe el consenso que lo definitorio del sujeto liberal es la racionalidad instrumental, eso es un error: Como bien lo dijo Horkheimer, la racionalidad instrumental exige la existencia de otro nivel de racionalidad que delimite sus alcances: esto queda especialmente claro en la exacerbación del sujeto y de la subjetividad, el entorno y todas esas mierdas que todos nosotros conocemos del postmodernismo. Esa racionalidad, anterior a la instrumental, es la de la diferencia tajante entre sistema y entorno (diría Luhmann), entre sujeto y sociedad. Por ello se dice que Descartes funda el pensamiento liberal. Esta idea tiene en su base la prerrogativa del sujeto de ser ajeno a toda coerción externa, a toda moral colectiva, a todo Estado y a toda influencia, para, a partir de esa libertad -que es en su base violenta, pues toda constitución del sujeto como diferencia supone violencia frente a su entorno a partir de lo que le de la gana, pues se define por esa capacidad- diferenciar, acoplar la lógica de su entorno a la suya.
Si estamos de acuerdo con el punto anterior, debemos necesariamente concluir que las amenazas para el sujeto (estructura estructurante y estructurada, diferenciada y diferenciadora) pueden provenir de dos tipos de fuentes indiferenciadoras: las externas (asesinato) y las internas (transformación). Las externas incluyen, los aliens, meteoritos y un largo etcétera, mas en este caso nos ocuparemos de las amenazas internas, que consideramos, además, las más representativas. El estadounidense promedio de la guerra fría cree que los comunistas son una especie de alien, no surge en él ninguna contradicción teórica más que la que supone su completa eliminación; pero, si en cambio, piensa que el comunismo existe en su propia sociedad el asunto se vuelve realmente complicado, pues supone destruir una parte de sí mismo (he ahí el drama de observar a un antiguo amigo/amante/conocido x convertido en zombie), la sociedad de la que forma parte: supone renunciar a la “mano invisible del mercado” y tomar uno de dos caminos, indiferenciarse (convertirse en zombie) o bien, diferenciarse radicalmente (el camino seguido por el postmodernismo y la lógica Recasens). Es por ello que la idea que “el marxismo es el cáncer del mundo” tiene mucha coherencia para la lógica liberal: Transforma un agregado de sujetos diferenciados que operan bajo la lógica de la “mano invisible” en indiferencia, metástasis, cáncer (Baudrillard). Se podría suponer que la indiferenciación es un resultado propio del capitalismo (un proceso dialéctico), idea que no es incoherente con la directriz de este razonamiento.
¿Qué es un zombie, después de todo? Es un sujeto corrompido, que ha dejado de serlo al indiferenciarse del resto de los zombies que configuran la masa (no sinérgica) de la que simplemente es una replicación metastática. El zombie es la ruina de un sujeto liberal y, dado que los sujetos sólo se pueden definir en cuanto diferencia, podemos decir que la naturaleza de la “zombificación” es la de indiferenciar algo que antes estaba diferenciado. Asimismo, los zombies no articulan discurso, sino palabras simples como “carne fresca”. Podríamos decir entonces que el discurso no puede estar presente en ellos pues no están diferenciados, no son sujetos, por lo tanto, su amenaza es biológica, propia de la naturaleza. La consecuencia de ello es que todos los zombies son iguales (o bien todos los miembros de una sociedad comunista son iguales), a pesar que tengan cuerpos discontinuos: de ello nos explayaremos más adelante (no obstante existan ejemplos contrarios, como la “cosa”).
Uno podría preguntarse porqué no se genera una frontera entre zombies y no zombies. La respuesta a esta interrogante es simple: aporía. La naturaleza de esta diferencia no es socio-histórica, sino lógica, son dos tipos diferentes de estructuras teóricas que son universales e incompatibles: los sujetos buscan generar distancia y los zombies eliminarla. Por ello los protagonistas quieren alejar (o alejarse de, como el caso del amanecer de los muertos) a todos los zombies y los zombies “zombificar” a los que faltan. En este sentido, el proceso de zombificación es peculiar: un zombie convierte en zombie a un humano al morderlo, devorarlo, contaminarlo. Son tres tipos de acciones que tienen algo en común: suponen la no-distancia entre atacante y atacado, son biológicas en su naturaleza (no requieren tecnología) y subsumen la idea de reconocer lo diferenciado a través de su internalización, de esta manera indiferenciándolo. En cambio, los protagonistas no zombificados generalmente se defienden con armas de fuego, que matarían a un sujeto, pero que no hacen lo mismo con los zombies, pues son no-vivos, no sujetos, ya están indiferenciados, así es que la entropía de la muerte no puede afectarlos. El objetivo de las armas de fuego no es matarlos, sino alejarlos (esto se observa en muchas escenas en que un humano se ve rodeado por zombies e intenta alejarlos desesperadamente con sus armas de fuego). Entonces, la naturaleza de las armas es la distancia, pues la cercanía extrema del arma supone afectar al mismo atacante (el caso de las bombas y las sierras eléctricas, que no escapan a esta lógica).
Al mismo tiempo, las armas de fuego suponen atacar a un zombie en su cuerpo, pues su naturaleza es la de atacar a un cuerpo a la vez: son armas, en su naturaleza, liberales, en ese sentido, por eso su efectividad es limitada contra los zombies y por ello la obsesión de los protagonistas de conseguir bombas, tanques u otras armas más impersonales, que ataquen áreas y no cuerpos y que requieran la distancia de lo atacante y lo atacado. La naturaleza de los zombies, como ex sujetos supone un cuerpo discontinuo, son representantes de una masa, como células cancerosas, como enemigos de un videojuego. Lo que representan, en su cuerpo, es el Estado. La quinta enmienda constitucional estadounidense garantiza el derecho a la posesión y uso de armas de los ciudadanos bajo el pretexto de la autonomía del sujeto frente al Estado. En ese sentido, las películas zombies son profundamente liberales y anti-weberianas. Las sierras eléctricas son las más peligrosas de las armas que usan por ello, porque suponen una distancia muy pequeña entre humano y zombie, y son asociadas a los más temerarios de los humanos, los soldados.
Las salidas que les quedan a los protagonistas, en general, arman el guión de toda película zombie: refugiarse de un asedio zombie, conseguir un tanque/granada/bazuca, hacerse de un medio de transporte que diferencie claramente lo interno de lo externo (tanque, camión blindado) y/o sea capaz de viajar largas distancias (barcos/helicópteros/aviones). Todas estas estrategias se basan en la generación de distancia, discontinuidad. El drama generalmente termina cuando se dan cuenta que la lejana isla donde pudieron llegar después de una larga huida ya está plagada de zombies, lo que reafirma la inexorabilidad de la aporía teórica.
Marcos González