jueves, 14 de junio de 2007

La amenaza monstruosa y la asepsia de lo extraño (parte IV)

Antes de continuar la idea (bastante olvidada por lo demás) me detendré para hacer un pequeño análisis de ciertas películas que alguna vez me dijeron desmentían lo planteado o, por lo menos, introducían salvedades en lo expresado.

Partamos con Impacto profundo. Esta película contiene una escena que aislada del resto parecería indicar que la naturaleza se impone en forma determinante a los seres humanos, pero eso es sólo apariencia. Me refiero a aquella escena donde una mujer con su padre ven venir la ola gigante haciéndole frente únicamente con sus cuerpos, sabiendo que morirán pues es imposible sobrevivir a las circunstancias. Lo primero que se debe destacar sobre aquella escena es que la muerte se produce de manera especialmente limpia; no hay un solo rastro de sangre, ni el más pequeño símbolo de la muerte: degradación del ser humano, destrucción de la unidad del cuerpo, pérdida de las facultades del ser vivo, exposición de elementos internos, putrefacción. La muerte de los personajes es tan inhumana como la ola que los ataca. Podría decirse que eso es el fin absoluto de la humanidad, pero ciertamente dentro de la película no lo es. En ella existe un trueque de una generación por otra, una depuración de personas donde si bien una parte de la población se sacrifica existe otra que, quedando con vida, tiene la misión (así lo recuerda el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica) de reconstruir la nación que en este caso equivale al planeta entero. Y cuando digo que algunas personas se “sacrifican” ciertamente lo hago refiriéndome a un grupo de sujetos que sin importar cuáles sean sus culpas o sus responsabilidades en la vida (pues obviamente no existe un responsable de la caída de un meteorito a la tierra, lo que hace a todas las víctimas un conjunto obligadamente arbitrario), enfrentan su destino de modo tal que todas las formas se condensan en las de los personajes de la citada escena. Así, más que la destrucción de la humanidad, padre e hija muertos por la ola exhiben el heroísmo de quienes deben sacrificarse para que otros den continuidad a la sociedad.

La segunda película a la cual me referiré es a Depredador. Acá se produce un acercamiento tanto a la fatalidad como a la forma en que ésta se presenta, solamente que, una vez más, de manera tal que el sentido final se desvía de las representaciones de la muerte y la desgracia.
Hacia el final del filme, se presenta una lucha entre dos entes que definen a través de sí el destino de los grupos a los cuales representan: la humanidad, encarnada en el soldado estadounidense y los extraterrestres, personificados en un cazador que dispone de la vida de los demás por deporte. El transcurso de la película es el camino hacia una situación límite: poco a poco los humanos son cazados hasta ser llevados al borde de la extinción, pero, como se puede constatar, no traspasan el límite.
Por otra parte, están los aspectos formales en cuanto a cómo se desarrolla la última batalla. Este es el punto donde, además de estar próxima la muerte, los seres en disputa se encuentran más cercanos; la posibilidad de vencer por parte de los humanos aparece cuando Depredador da un signo de humanidad y sangra: este es el signo de similaridad y al mismo tiempo de debilidad. Pero, a pesar de la aproximación, subsiste una diferencia que permite la acción posterior, a saber, que la sangre no es de modo alguno la misma. En efecto, la sangre extraterrestre es verde, cuestión que revela la posibilidad de atacar al ente sin que ello conlleve consecuencia moral alguna. Además de ser un acto defensa de la vida propia, lo que se extermina es un ser que no puede sufrir lo que un humano, una existencia que no puede equipararse con una persona; en síntesis, lo que se mata, si bien es en rigor un ser vivo, en su relación con las personas no se le aplican las categorías de un animal siquiera: diferente, inhumano en esencia, es menos que un animal, es una cosa, una diferencia, que requiere ser exterminada para asegurar la continuidad de la sociedad, y que puede ser matada sin asco puesto que, aunque emana de él un líquido verde, este está lejos de ser sangre en un sentido asimilable por los humanos.

Tomás Ernesto Ríos López