domingo, 6 de septiembre de 2009

Humanos voladores



Se me olvidó la conraseña de la Oficina de Asuntos Paranormales.
Creo que el video es viejo, pero es muy bueno.

¿Alguien se dará el trabajo de escribir un paralelo entre la brujería chilota y la mexicana usando teoría antropológica?
¿O acaso corresponde la imagen a los experimentos tecnológicos de varios años atrás en aparatos de vuelo unipersonales?
¿E incluso podrían ser seres extraterrestres? Esta última no tiene mucho sentido, la evidencia no indica nada extraterrestre. Además el viejito que la formula tiene una polera tipo Polo con un platillo volador bordado. POCO serio.

Yo creo que el asunto va por la brujería.
Miren el video, es re entretenido, y como lo pasaron por la tele, la calidad es buena.


http://www.youtube.com/watch?v=gNbe0YWXUuc





--> Insertar discurso de largas horas de duración de Mulder en el capítulo en que aparecían en Los Simpson.

martes, 1 de septiembre de 2009

Conflicto Mapuches/Estado de Chile




Como probablemente muchos saben, durante los últimos años, y particularmente en los días precedentes, el conflicto entre Mapuches y el Estado de Chile ha ido aumentando sus niveles de violencia y ha mostrado una separación cada vez mayor entre las demandas de los primeros y las concesiones que el segundo está dispuesto a hacer. En esta materia, Huilcamán junto a otros dirigentes Mapuche han declarado que desean la autonomía de la Zona Mapuche, generando como respuesta la incredulidad y estupor de parte de las autoridades de gobierno, en particular del ministro Viera Gallo, quien en lugar de responder a la demanda busca trasladar culpabilidades y sumar actores evadiendo las responasabilidades gubernamentales.


Crisis Política


Crisis en Bananoamérica

Alguna vez, en una asamblea de tintes kafkianos, donde se discutían cosas que nadie entendía mucho, alguien dijo:

"A mí no me gusta que me la metan ni mucho, ni poquito"


De este tamaño. Justo y preciso. A la violencia. A eso se refería.

La violencia es para los macacos, no para los países bananeros. Hay una diferencia.



Reportaje y foto auspiciados por Oba Oba Motumbo.


jueves, 14 de junio de 2007

La amenaza monstruosa y la asepsia de lo extraño (parte IV)

Antes de continuar la idea (bastante olvidada por lo demás) me detendré para hacer un pequeño análisis de ciertas películas que alguna vez me dijeron desmentían lo planteado o, por lo menos, introducían salvedades en lo expresado.

Partamos con Impacto profundo. Esta película contiene una escena que aislada del resto parecería indicar que la naturaleza se impone en forma determinante a los seres humanos, pero eso es sólo apariencia. Me refiero a aquella escena donde una mujer con su padre ven venir la ola gigante haciéndole frente únicamente con sus cuerpos, sabiendo que morirán pues es imposible sobrevivir a las circunstancias. Lo primero que se debe destacar sobre aquella escena es que la muerte se produce de manera especialmente limpia; no hay un solo rastro de sangre, ni el más pequeño símbolo de la muerte: degradación del ser humano, destrucción de la unidad del cuerpo, pérdida de las facultades del ser vivo, exposición de elementos internos, putrefacción. La muerte de los personajes es tan inhumana como la ola que los ataca. Podría decirse que eso es el fin absoluto de la humanidad, pero ciertamente dentro de la película no lo es. En ella existe un trueque de una generación por otra, una depuración de personas donde si bien una parte de la población se sacrifica existe otra que, quedando con vida, tiene la misión (así lo recuerda el presidente de los Estados Unidos de Norteamérica) de reconstruir la nación que en este caso equivale al planeta entero. Y cuando digo que algunas personas se “sacrifican” ciertamente lo hago refiriéndome a un grupo de sujetos que sin importar cuáles sean sus culpas o sus responsabilidades en la vida (pues obviamente no existe un responsable de la caída de un meteorito a la tierra, lo que hace a todas las víctimas un conjunto obligadamente arbitrario), enfrentan su destino de modo tal que todas las formas se condensan en las de los personajes de la citada escena. Así, más que la destrucción de la humanidad, padre e hija muertos por la ola exhiben el heroísmo de quienes deben sacrificarse para que otros den continuidad a la sociedad.

La segunda película a la cual me referiré es a Depredador. Acá se produce un acercamiento tanto a la fatalidad como a la forma en que ésta se presenta, solamente que, una vez más, de manera tal que el sentido final se desvía de las representaciones de la muerte y la desgracia.
Hacia el final del filme, se presenta una lucha entre dos entes que definen a través de sí el destino de los grupos a los cuales representan: la humanidad, encarnada en el soldado estadounidense y los extraterrestres, personificados en un cazador que dispone de la vida de los demás por deporte. El transcurso de la película es el camino hacia una situación límite: poco a poco los humanos son cazados hasta ser llevados al borde de la extinción, pero, como se puede constatar, no traspasan el límite.
Por otra parte, están los aspectos formales en cuanto a cómo se desarrolla la última batalla. Este es el punto donde, además de estar próxima la muerte, los seres en disputa se encuentran más cercanos; la posibilidad de vencer por parte de los humanos aparece cuando Depredador da un signo de humanidad y sangra: este es el signo de similaridad y al mismo tiempo de debilidad. Pero, a pesar de la aproximación, subsiste una diferencia que permite la acción posterior, a saber, que la sangre no es de modo alguno la misma. En efecto, la sangre extraterrestre es verde, cuestión que revela la posibilidad de atacar al ente sin que ello conlleve consecuencia moral alguna. Además de ser un acto defensa de la vida propia, lo que se extermina es un ser que no puede sufrir lo que un humano, una existencia que no puede equipararse con una persona; en síntesis, lo que se mata, si bien es en rigor un ser vivo, en su relación con las personas no se le aplican las categorías de un animal siquiera: diferente, inhumano en esencia, es menos que un animal, es una cosa, una diferencia, que requiere ser exterminada para asegurar la continuidad de la sociedad, y que puede ser matada sin asco puesto que, aunque emana de él un líquido verde, este está lejos de ser sangre en un sentido asimilable por los humanos.

Tomás Ernesto Ríos López

viernes, 4 de mayo de 2007

Teoría Zombie

Los zombies son una representación ideológica -en el sentido de Althusser, no de la Tercera- especialmente sintomática de la sociedad de la que surgieron. Son una metáfora de resolución de las contradicciones teóricas y prácticas de la lógica liberal-capitalista de mediados de los 70’s y sigue estando presente su lógica en algunas producciones contemporáneas (Resident Evil, Biohazard). Para probar lo anterior se hace necesario un análisis estructural de sus partes constitutivas, poniéndolas en el contexto histórico en el que surgen: La pugna entre el capitalismo y el comunismo por generar hegemonía política a nivel mundial. Ello requiere guiar la explicación en torno a cinco distinciones, conexas entre sí: indiferenciado/diferenciado, socialismo/liberalismo, dientes/armas, Estado/sujeto y naturaleza/cultura.
Existe el consenso que lo definitorio del sujeto liberal es la racionalidad instrumental, eso es un error: Como bien lo dijo Horkheimer, la racionalidad instrumental exige la existencia de otro nivel de racionalidad que delimite sus alcances: esto queda especialmente claro en la exacerbación del sujeto y de la subjetividad, el entorno y todas esas mierdas que todos nosotros conocemos del postmodernismo. Esa racionalidad, anterior a la instrumental, es la de la diferencia tajante entre sistema y entorno (diría Luhmann), entre sujeto y sociedad. Por ello se dice que Descartes funda el pensamiento liberal. Esta idea tiene en su base la prerrogativa del sujeto de ser ajeno a toda coerción externa, a toda moral colectiva, a todo Estado y a toda influencia, para, a partir de esa libertad -que es en su base violenta, pues toda constitución del sujeto como diferencia supone violencia frente a su entorno a partir de lo que le de la gana, pues se define por esa capacidad- diferenciar, acoplar la lógica de su entorno a la suya.
Si estamos de acuerdo con el punto anterior, debemos necesariamente concluir que las amenazas para el sujeto (estructura estructurante y estructurada, diferenciada y diferenciadora) pueden provenir de dos tipos de fuentes indiferenciadoras: las externas (asesinato) y las internas (transformación). Las externas incluyen, los aliens, meteoritos y un largo etcétera, mas en este caso nos ocuparemos de las amenazas internas, que consideramos, además, las más representativas. El estadounidense promedio de la guerra fría cree que los comunistas son una especie de alien, no surge en él ninguna contradicción teórica más que la que supone su completa eliminación; pero, si en cambio, piensa que el comunismo existe en su propia sociedad el asunto se vuelve realmente complicado, pues supone destruir una parte de sí mismo (he ahí el drama de observar a un antiguo amigo/amante/conocido x convertido en zombie), la sociedad de la que forma parte: supone renunciar a la “mano invisible del mercado” y tomar uno de dos caminos, indiferenciarse (convertirse en zombie) o bien, diferenciarse radicalmente (el camino seguido por el postmodernismo y la lógica Recasens). Es por ello que la idea que “el marxismo es el cáncer del mundo” tiene mucha coherencia para la lógica liberal: Transforma un agregado de sujetos diferenciados que operan bajo la lógica de la “mano invisible” en indiferencia, metástasis, cáncer (Baudrillard). Se podría suponer que la indiferenciación es un resultado propio del capitalismo (un proceso dialéctico), idea que no es incoherente con la directriz de este razonamiento.
¿Qué es un zombie, después de todo? Es un sujeto corrompido, que ha dejado de serlo al indiferenciarse del resto de los zombies que configuran la masa (no sinérgica) de la que simplemente es una replicación metastática. El zombie es la ruina de un sujeto liberal y, dado que los sujetos sólo se pueden definir en cuanto diferencia, podemos decir que la naturaleza de la “zombificación” es la de indiferenciar algo que antes estaba diferenciado. Asimismo, los zombies no articulan discurso, sino palabras simples como “carne fresca”. Podríamos decir entonces que el discurso no puede estar presente en ellos pues no están diferenciados, no son sujetos, por lo tanto, su amenaza es biológica, propia de la naturaleza. La consecuencia de ello es que todos los zombies son iguales (o bien todos los miembros de una sociedad comunista son iguales), a pesar que tengan cuerpos discontinuos: de ello nos explayaremos más adelante (no obstante existan ejemplos contrarios, como la “cosa”).
Uno podría preguntarse porqué no se genera una frontera entre zombies y no zombies. La respuesta a esta interrogante es simple: aporía. La naturaleza de esta diferencia no es socio-histórica, sino lógica, son dos tipos diferentes de estructuras teóricas que son universales e incompatibles: los sujetos buscan generar distancia y los zombies eliminarla. Por ello los protagonistas quieren alejar (o alejarse de, como el caso del amanecer de los muertos) a todos los zombies y los zombies “zombificar” a los que faltan. En este sentido, el proceso de zombificación es peculiar: un zombie convierte en zombie a un humano al morderlo, devorarlo, contaminarlo. Son tres tipos de acciones que tienen algo en común: suponen la no-distancia entre atacante y atacado, son biológicas en su naturaleza (no requieren tecnología) y subsumen la idea de reconocer lo diferenciado a través de su internalización, de esta manera indiferenciándolo. En cambio, los protagonistas no zombificados generalmente se defienden con armas de fuego, que matarían a un sujeto, pero que no hacen lo mismo con los zombies, pues son no-vivos, no sujetos, ya están indiferenciados, así es que la entropía de la muerte no puede afectarlos. El objetivo de las armas de fuego no es matarlos, sino alejarlos (esto se observa en muchas escenas en que un humano se ve rodeado por zombies e intenta alejarlos desesperadamente con sus armas de fuego). Entonces, la naturaleza de las armas es la distancia, pues la cercanía extrema del arma supone afectar al mismo atacante (el caso de las bombas y las sierras eléctricas, que no escapan a esta lógica).
Al mismo tiempo, las armas de fuego suponen atacar a un zombie en su cuerpo, pues su naturaleza es la de atacar a un cuerpo a la vez: son armas, en su naturaleza, liberales, en ese sentido, por eso su efectividad es limitada contra los zombies y por ello la obsesión de los protagonistas de conseguir bombas, tanques u otras armas más impersonales, que ataquen áreas y no cuerpos y que requieran la distancia de lo atacante y lo atacado. La naturaleza de los zombies, como ex sujetos supone un cuerpo discontinuo, son representantes de una masa, como células cancerosas, como enemigos de un videojuego. Lo que representan, en su cuerpo, es el Estado. La quinta enmienda constitucional estadounidense garantiza el derecho a la posesión y uso de armas de los ciudadanos bajo el pretexto de la autonomía del sujeto frente al Estado. En ese sentido, las películas zombies son profundamente liberales y anti-weberianas. Las sierras eléctricas son las más peligrosas de las armas que usan por ello, porque suponen una distancia muy pequeña entre humano y zombie, y son asociadas a los más temerarios de los humanos, los soldados.
Las salidas que les quedan a los protagonistas, en general, arman el guión de toda película zombie: refugiarse de un asedio zombie, conseguir un tanque/granada/bazuca, hacerse de un medio de transporte que diferencie claramente lo interno de lo externo (tanque, camión blindado) y/o sea capaz de viajar largas distancias (barcos/helicópteros/aviones). Todas estas estrategias se basan en la generación de distancia, discontinuidad. El drama generalmente termina cuando se dan cuenta que la lejana isla donde pudieron llegar después de una larga huida ya está plagada de zombies, lo que reafirma la inexorabilidad de la aporía teórica.

Marcos González

domingo, 29 de abril de 2007

La amenaza monstruosa y la asepsia de lo extraño (parte 3)

Una buena parte de los monstruos, e incluso algunos de los peligros “naturales” que asechan a los humanos en las películas, tienen su causa de origen en los males de la sociedad, sea como expresión de una degradación general o como efecto de la acción de un grupo de sujetos corrompidos. Al analizar cual es el origen de las amenazas externas aparece una paradoja que relaciona dos hechos: primero, que la amenaza externa es de procedencia interna y luego, que a pesar de tener fundamento en un suceso generado por la misma sociedad, lo externo se hace diferente de lo interno hasta el extremo de no lograr asimilarlo.

Godzilla y Freddy Kruger servirán para ilustrar lo anterior. El primero es un monstruo que aparece como efecto de las pruebas nucleares llevadas a cabo en el océano pacífico, mientras que el segundo tiene su origen en la violación de una monja; hijo del pecado (¿original?) y la violencia de la sociedad, Freddy es constantemente objeto de burla por los niños quienes, como representantes de la sociedad, repugnan y segregan lo que ella produce. Como se puede apreciar ambos monstruos, aunque enemigos de la humanidad civilizada (la ciudad en su conjunto o un “grupo de jóvenes con sueños en la vida”), son producto de la acción de los hombres de ciencia, siendo el caso de Kruger el más extremo: humano en un principio, sufre un proceso de diferenciación tan radical que acaba convirtiéndose en un ente que debe ser exterminado. He aquí otra consecuencia de la rareza que constituye lo externo: su no-humanidad permite a las personas asesinarlos sin problema alguno pues no hay valor social alguno que se ponga en cuestión con su muerte; antes que eso, al negarlos se purga en parte las culpas de la comunidad.

En la asepsia de la imagen, la no-humanidad del extraño es fundamental. Acá, como en los casos correspondientes a aquellos que son dañados por la amenaza externa, la muerte del que ataca a la sociedad es por lo general bastante limpia: salvando los estertores del mal que comúnmente en más de una ocasión intenta llevar a cabo su empresa de destrucción, su asesinato es totalmente limpio, cuestión que le hace tomar el cariz de un exterminio. En efecto, es tal la pulcritud del acto en que finalmente las personas se deshacen del “malo” (de “lo” malo deberíamos decir para ser más exactos) que por lo general nada queda para ser observado. Así, pareciera ser que la limpieza es lo fundamental en toda historia, y la falta de sangre se convierte en regla; lo exhibido en el exterminio es la liberación de los sobrevivientes o un conjunto de explosiones que cubren con una nube de fuego y polvo el hecho innegable de que alguien (o un algo que se personifica por efecto de los males sociales) ha sido asesinado.

¿Es así la realidad? Probablemente para la mayoría no, pero ciertamente hay un grupo para los cuales la regla opera sin ninguna clase de problemas. En la guerra de las Malvinas, a bordo de un portaviones, “luchaba” el Príncipe Andrés (hijo de Isabel II) quien esforzadamente lanzó un par de misiles contra las tropas argentinas antes de volver a Inglaterra para conversar con sus amigos de su experiencia en el frente. Para algunos la sangre es sólo cosa de exámenes y doctores.


Tomás Ernesto Ríos López

Intermedio 1

Se ha dicho que nuestro blog carece de fundamentos teóricos o que, de existir, no han sido expuestos, lo cual es cierto. Se ha criticado que nuestros escritos responden apenas a una parcialidad de los hechos y que, además, esa parcialidad está incompleta. Aceptamos la crítica. También nos han recriminado que el blog no es sino la exposición de escritos procedentes de la una pura subjetividad, de elucubraciones que carecen de una base clara y que no son sino muestra de la dispersión teórica de la postmodernidad, lo que es verdadero aunque con algunas salvedades. No puedo negar la falta de fundamentos explícitos, pero si los escritos carecen de ellos es porque se crearon en el deseo de irreprimible de plasmar cuanto antes ideas circundantes nacidas de los basamentos que cada uno de nosotros posee. Si el modo en que se han expuesto las ideas parece la irracionalidad de un sujeto que habla de si mismo, se debe reconocer al menos que dicha irracionalidad responde al impulso de dar forma a planteamientos que no siendo exhibidos nada significan. No se trata entonces que creamos innecesario exponer la teoría que usamos al escribir, o que pensemos que la teoría es variable y se construya con posterioridad (no compartimos la contradicción de los postmodernos que deconstruyen los relatos ajenos para develar proposiciones o teorías subyacentes mientras que niegan la existencia de un fundamento teórico propio: el discurso del fin de los metarrelatos es el metarrelato que pretende la teoría del fin de la teoría); solamente recurrimos a una forma expositiva en la cual las bases de nuestro pensamiento se devela a medida que transcurren los análisis diversos en el blog.

Negada nuestra supuesta postmodernidad quedan todavía dos críticas a las cuales debemos hacer frente: la acusación constante de elitismo contra quienes escriben y otra, mucho más seria, el supuesto elitismo de los temas tratados. Contextualicemos la situación. ¿Podría no ser elitista, en un sentido que se debe explicar, un escrito hecho por un estudiante de la Universidad de Chile, publicado en un blog al cual la mayoría de las personas en el país –por no decir el mundo- no tiene acceso? Ciertamente toda producción intelectual (¡nótese el adjetivo!) de esa índole corresponderá a la acción de un grupo pequeño y segregado de individuos. Por otra parte, la escritura de análisis corresponde a quienes poseen el blog, mas esto no implica exclusividad de parte de ellos pues cualquier persona que tenga acceso a Internet puede comentar los escritos, cuestión que pretende servir como medio para salvar la distancia entre quienes escriben y quienes leen. Veamos ahora el segundo punto en cuestión.

Se nos ha dicho que los escritos representan aquella parte de la cultura consumida por un segmento de la población que constituiría la elite de la sociedad. En razón de ello los análisis expuestos no serían capaces de dar cuenta de la realidad social en su conjunto ni se referirían a la cultura popular, dado que lo último estaría reservado para un grupo cuyo consumo cultural sería otra cosa aún no claramente precisada. Desprendamos de aquí los elementos de los cuales se compone la crítica para así poder responder a ella.

El ataque a nuestros textos supone la existencia de al menos dos grupos sociales claramente diferenciados, el pueblo, portador de la cultura pop, y la elite, portadora de una cultura propia. Esta escisión implica como mínimo dos cuestiones fundamentales: la primera, que existiría una producción cultural diferente para cada grupo social existente, y la segunda, que siendo los grupos en cuestión parte de la misma sociedad, la separación entre ambos tuvo que producirse por efecto de un mismo “corte”. Estamos de acuerdo con lo último, pero debemos cuestionar el carácter absoluto de lo primero. Últimamente, aunque sólo sea en términos estilísticos, es posible apreciar cierta transposición de gustos entre personas pertenecientes a diferentes clases sociales (entre aquellos llamados populares y la elite aún no definida). El consumo de productos culturales, si bien muestra diferencias entre sujetos según su distinto poder adquisitivo, permite que individuos con ingresos y actividad productiva disímil realicen las mismas adquisiciones. Además, suponer una producción cultural diferenciada significaría (según la crítica que se nos ha hecho) la existencia de un conjunto consumidor y otro que sería consumidor y productor a la vez: si hemos entendido bien lo que se nos ha dicho, la elite se define por oposición al pueblo porque controla segmentos sociales especiales (siendo un ejemplo de ello la producción de conocimiento antropológico), y esta posición en la estructura social necesariamente debería devenir en el control de la parte privilegiada sobre quienes sólo son consumidores. Esta aseveración, a nuestro juicio, constituye un error, tanto si se la enfoca desde el punto de vista de los principios como de los hechos que se pueden apreciar en la práctica: en primer lugar, no podemos suponer que un sector de la población sea puramente pasiva ni que esté totalmente controlada por las formas de dominación, pues si así fuera no quedaría más que renunciar a cualquier cambio social que no procediese de la elite; en segundo término, todos podemos apreciar que aún el suceso más calculado puede resultar errado, según el criterio medio fin usado por quien provocó su causa, dado que los sujetos, a partir de sus deseos, actúan de modo no predecible (de aquí el terror de autodestrucción de la teoría de sistemas y el deseo irrefrenable de reducir complejidad bajo cualquier circunstancia). Las conclusiones a este razonamiento son varias, destacándose entre las más importantes que la producción cultural es dinámica, que todos los sujetos participan, en mayor o menor medida en la producción cultural y que todos los grupos sociales son parte del mismo grupo de ideas que los antropólogos suelen llamar, de manera poco apropiada y específica, cultura. Como lo recién dicho en términos teóricos está mucho mejor explicado por Althusser, en lo que sigue y para terminar este largo comentario, hablaremos de algunos hechos que pretenden expresar lo anterior en un sentido práctico.

¿Qué es sino la unidad informativa lo que caracterizar a nuestros canales de televisión? Partiendo por la línea editorial que cada uno tiene y finalizando en esa extraña sensación a conspiración que nos dejan cuando constatamos lo limitado de la información que nos entregan, pareciera difícil poner en duda que en ellos y entre cada uno de ellos debe existir algún tipo de unidad o un elemento conector. Por otra parte, al ver que la mayoría de la programación de nuestros canales opera con una lógica que fue creada en otros lugares, o que simplemente nos muestra otros lugares reales o no (tómese como programa paradigmático Caso Cerrado, que nos muestra como un grupo imaginado en un lugar ficticio -los latinos de Miami- resuelven sus problemas), se hace casi imposible negar que ellos están conectados al mundo globalizado. Ahora bien, lo que cabe preguntarse acá es cómo se refleja la unidad entre los canales y el mundo globalizado. Responderemos por ahora (para que haya más tema sobre el cual escribir y para no aburrir tan temprano a la audiencia) de modo hipotético e intuitivo. Creemos, por ejemplo, que podría haber una conexión entre un programa de Mega vacío de contenido “social”, como lo es Morandé con Compañía, y una película carente de cualquier reflexión filosófica como Anaconda, la cual es constantemente emitida por el mismo canal. Imaginamos además que de algún modo debe existir un punto de unión entre Pasiones y cualquiera de las películas lloronas protagonizadas por Tom Hanks. Pensamos que, muy probablemente, hay un punto de encuentro entre los comentarios anti Derechos Humanos del “padre” (¿¡de quién!?) Raúl Hasbún y la costumbre del directorio de Televisión Nacional de censurar programas y ocultar información. Por lo demás, creemos que tenemos derecho a suponer una “posible” relación entre lo que cada canal de televisión emite y los grupos políticos y económicos que ostentan propiedad sobre ellos. También pensamos que pretender ver puntos en común entre la emisión de ideología y los receptores y creadores de ella no es una locura sino algo plenamente factible.

Ahora que hemos definido al menos de manera intuitiva que es lo que pretendemos aún nos queda resolver la siguiente pregunta: ¿A qué grupo de fenómenos culturales deberíamos abocar nuestros escritos si pretendemos lograr comprender el fenómeno social? La respuesta, por supuesto es Todos. Aunque la tarea sea demasiado grande, señalémoslo desde el principio, impracticable, es esa y no otra la que debemos realizar. Al querer escribir sobre la cultura pop cometeríamos un error dirigiendo nuestro interés sólo hacia lo popular desconociendo lo “elitista”. Si ambos grupos, pueblo y elite, nacieron de una misma escisión, como la posición desigual en las relaciones de producción debido a la posesión diferencial de los medios de producción, la única forma de comprender la creación y el consumo cultural de esos grupos es analizar como se da el fenómeno en los dos segmentos (no negamos que haya más grupos sociales: si hablamos de dos es porque la crítica que se nos ha hecho se define de modo analítico, y se explica de mejor manera, suponiendo que la división implica a dos partes del todo), que relación existe entre ellos y cómo se mantiene y refuerza el “corte” gracias a la utilización de la cultura.

El que nos hayamos ocupado en un principio de elementos culturales propios de la elite (cosa que debería demostrarse antes que suponerse) no significa que seamos elitistas, sino simplemente que empezamos a escribir refiriéndonos a uno de los segmentos sociales y no a otro. Nuestro supuesto de que hay una relación entre las distintas formas adoptadas por la cultura no da lugar a la crítica ya que rechazamos el elitismo tanto como el populismo: el fenómeno cultural no radica en un solo grupo sino en el conjunto. Por esa razón lo pop no puede ser definido ni en referencia a lo popular ni a lo elitista, sino que debe serlo en relación con la totalidad, cuestión que sobrepasa lo “popular” y a la “elite” y que remite por tanto a nuestro verdadero interés, la Antropología Social.

Antropoplogia.
Redactor: Tomás Ernesto Ríos López