domingo, 29 de abril de 2007

La amenaza monstruosa y la asepsia de lo extraño (parte 3)

Una buena parte de los monstruos, e incluso algunos de los peligros “naturales” que asechan a los humanos en las películas, tienen su causa de origen en los males de la sociedad, sea como expresión de una degradación general o como efecto de la acción de un grupo de sujetos corrompidos. Al analizar cual es el origen de las amenazas externas aparece una paradoja que relaciona dos hechos: primero, que la amenaza externa es de procedencia interna y luego, que a pesar de tener fundamento en un suceso generado por la misma sociedad, lo externo se hace diferente de lo interno hasta el extremo de no lograr asimilarlo.

Godzilla y Freddy Kruger servirán para ilustrar lo anterior. El primero es un monstruo que aparece como efecto de las pruebas nucleares llevadas a cabo en el océano pacífico, mientras que el segundo tiene su origen en la violación de una monja; hijo del pecado (¿original?) y la violencia de la sociedad, Freddy es constantemente objeto de burla por los niños quienes, como representantes de la sociedad, repugnan y segregan lo que ella produce. Como se puede apreciar ambos monstruos, aunque enemigos de la humanidad civilizada (la ciudad en su conjunto o un “grupo de jóvenes con sueños en la vida”), son producto de la acción de los hombres de ciencia, siendo el caso de Kruger el más extremo: humano en un principio, sufre un proceso de diferenciación tan radical que acaba convirtiéndose en un ente que debe ser exterminado. He aquí otra consecuencia de la rareza que constituye lo externo: su no-humanidad permite a las personas asesinarlos sin problema alguno pues no hay valor social alguno que se ponga en cuestión con su muerte; antes que eso, al negarlos se purga en parte las culpas de la comunidad.

En la asepsia de la imagen, la no-humanidad del extraño es fundamental. Acá, como en los casos correspondientes a aquellos que son dañados por la amenaza externa, la muerte del que ataca a la sociedad es por lo general bastante limpia: salvando los estertores del mal que comúnmente en más de una ocasión intenta llevar a cabo su empresa de destrucción, su asesinato es totalmente limpio, cuestión que le hace tomar el cariz de un exterminio. En efecto, es tal la pulcritud del acto en que finalmente las personas se deshacen del “malo” (de “lo” malo deberíamos decir para ser más exactos) que por lo general nada queda para ser observado. Así, pareciera ser que la limpieza es lo fundamental en toda historia, y la falta de sangre se convierte en regla; lo exhibido en el exterminio es la liberación de los sobrevivientes o un conjunto de explosiones que cubren con una nube de fuego y polvo el hecho innegable de que alguien (o un algo que se personifica por efecto de los males sociales) ha sido asesinado.

¿Es así la realidad? Probablemente para la mayoría no, pero ciertamente hay un grupo para los cuales la regla opera sin ninguna clase de problemas. En la guerra de las Malvinas, a bordo de un portaviones, “luchaba” el Príncipe Andrés (hijo de Isabel II) quien esforzadamente lanzó un par de misiles contra las tropas argentinas antes de volver a Inglaterra para conversar con sus amigos de su experiencia en el frente. Para algunos la sangre es sólo cosa de exámenes y doctores.


Tomás Ernesto Ríos López

Intermedio 1

Se ha dicho que nuestro blog carece de fundamentos teóricos o que, de existir, no han sido expuestos, lo cual es cierto. Se ha criticado que nuestros escritos responden apenas a una parcialidad de los hechos y que, además, esa parcialidad está incompleta. Aceptamos la crítica. También nos han recriminado que el blog no es sino la exposición de escritos procedentes de la una pura subjetividad, de elucubraciones que carecen de una base clara y que no son sino muestra de la dispersión teórica de la postmodernidad, lo que es verdadero aunque con algunas salvedades. No puedo negar la falta de fundamentos explícitos, pero si los escritos carecen de ellos es porque se crearon en el deseo de irreprimible de plasmar cuanto antes ideas circundantes nacidas de los basamentos que cada uno de nosotros posee. Si el modo en que se han expuesto las ideas parece la irracionalidad de un sujeto que habla de si mismo, se debe reconocer al menos que dicha irracionalidad responde al impulso de dar forma a planteamientos que no siendo exhibidos nada significan. No se trata entonces que creamos innecesario exponer la teoría que usamos al escribir, o que pensemos que la teoría es variable y se construya con posterioridad (no compartimos la contradicción de los postmodernos que deconstruyen los relatos ajenos para develar proposiciones o teorías subyacentes mientras que niegan la existencia de un fundamento teórico propio: el discurso del fin de los metarrelatos es el metarrelato que pretende la teoría del fin de la teoría); solamente recurrimos a una forma expositiva en la cual las bases de nuestro pensamiento se devela a medida que transcurren los análisis diversos en el blog.

Negada nuestra supuesta postmodernidad quedan todavía dos críticas a las cuales debemos hacer frente: la acusación constante de elitismo contra quienes escriben y otra, mucho más seria, el supuesto elitismo de los temas tratados. Contextualicemos la situación. ¿Podría no ser elitista, en un sentido que se debe explicar, un escrito hecho por un estudiante de la Universidad de Chile, publicado en un blog al cual la mayoría de las personas en el país –por no decir el mundo- no tiene acceso? Ciertamente toda producción intelectual (¡nótese el adjetivo!) de esa índole corresponderá a la acción de un grupo pequeño y segregado de individuos. Por otra parte, la escritura de análisis corresponde a quienes poseen el blog, mas esto no implica exclusividad de parte de ellos pues cualquier persona que tenga acceso a Internet puede comentar los escritos, cuestión que pretende servir como medio para salvar la distancia entre quienes escriben y quienes leen. Veamos ahora el segundo punto en cuestión.

Se nos ha dicho que los escritos representan aquella parte de la cultura consumida por un segmento de la población que constituiría la elite de la sociedad. En razón de ello los análisis expuestos no serían capaces de dar cuenta de la realidad social en su conjunto ni se referirían a la cultura popular, dado que lo último estaría reservado para un grupo cuyo consumo cultural sería otra cosa aún no claramente precisada. Desprendamos de aquí los elementos de los cuales se compone la crítica para así poder responder a ella.

El ataque a nuestros textos supone la existencia de al menos dos grupos sociales claramente diferenciados, el pueblo, portador de la cultura pop, y la elite, portadora de una cultura propia. Esta escisión implica como mínimo dos cuestiones fundamentales: la primera, que existiría una producción cultural diferente para cada grupo social existente, y la segunda, que siendo los grupos en cuestión parte de la misma sociedad, la separación entre ambos tuvo que producirse por efecto de un mismo “corte”. Estamos de acuerdo con lo último, pero debemos cuestionar el carácter absoluto de lo primero. Últimamente, aunque sólo sea en términos estilísticos, es posible apreciar cierta transposición de gustos entre personas pertenecientes a diferentes clases sociales (entre aquellos llamados populares y la elite aún no definida). El consumo de productos culturales, si bien muestra diferencias entre sujetos según su distinto poder adquisitivo, permite que individuos con ingresos y actividad productiva disímil realicen las mismas adquisiciones. Además, suponer una producción cultural diferenciada significaría (según la crítica que se nos ha hecho) la existencia de un conjunto consumidor y otro que sería consumidor y productor a la vez: si hemos entendido bien lo que se nos ha dicho, la elite se define por oposición al pueblo porque controla segmentos sociales especiales (siendo un ejemplo de ello la producción de conocimiento antropológico), y esta posición en la estructura social necesariamente debería devenir en el control de la parte privilegiada sobre quienes sólo son consumidores. Esta aseveración, a nuestro juicio, constituye un error, tanto si se la enfoca desde el punto de vista de los principios como de los hechos que se pueden apreciar en la práctica: en primer lugar, no podemos suponer que un sector de la población sea puramente pasiva ni que esté totalmente controlada por las formas de dominación, pues si así fuera no quedaría más que renunciar a cualquier cambio social que no procediese de la elite; en segundo término, todos podemos apreciar que aún el suceso más calculado puede resultar errado, según el criterio medio fin usado por quien provocó su causa, dado que los sujetos, a partir de sus deseos, actúan de modo no predecible (de aquí el terror de autodestrucción de la teoría de sistemas y el deseo irrefrenable de reducir complejidad bajo cualquier circunstancia). Las conclusiones a este razonamiento son varias, destacándose entre las más importantes que la producción cultural es dinámica, que todos los sujetos participan, en mayor o menor medida en la producción cultural y que todos los grupos sociales son parte del mismo grupo de ideas que los antropólogos suelen llamar, de manera poco apropiada y específica, cultura. Como lo recién dicho en términos teóricos está mucho mejor explicado por Althusser, en lo que sigue y para terminar este largo comentario, hablaremos de algunos hechos que pretenden expresar lo anterior en un sentido práctico.

¿Qué es sino la unidad informativa lo que caracterizar a nuestros canales de televisión? Partiendo por la línea editorial que cada uno tiene y finalizando en esa extraña sensación a conspiración que nos dejan cuando constatamos lo limitado de la información que nos entregan, pareciera difícil poner en duda que en ellos y entre cada uno de ellos debe existir algún tipo de unidad o un elemento conector. Por otra parte, al ver que la mayoría de la programación de nuestros canales opera con una lógica que fue creada en otros lugares, o que simplemente nos muestra otros lugares reales o no (tómese como programa paradigmático Caso Cerrado, que nos muestra como un grupo imaginado en un lugar ficticio -los latinos de Miami- resuelven sus problemas), se hace casi imposible negar que ellos están conectados al mundo globalizado. Ahora bien, lo que cabe preguntarse acá es cómo se refleja la unidad entre los canales y el mundo globalizado. Responderemos por ahora (para que haya más tema sobre el cual escribir y para no aburrir tan temprano a la audiencia) de modo hipotético e intuitivo. Creemos, por ejemplo, que podría haber una conexión entre un programa de Mega vacío de contenido “social”, como lo es Morandé con Compañía, y una película carente de cualquier reflexión filosófica como Anaconda, la cual es constantemente emitida por el mismo canal. Imaginamos además que de algún modo debe existir un punto de unión entre Pasiones y cualquiera de las películas lloronas protagonizadas por Tom Hanks. Pensamos que, muy probablemente, hay un punto de encuentro entre los comentarios anti Derechos Humanos del “padre” (¿¡de quién!?) Raúl Hasbún y la costumbre del directorio de Televisión Nacional de censurar programas y ocultar información. Por lo demás, creemos que tenemos derecho a suponer una “posible” relación entre lo que cada canal de televisión emite y los grupos políticos y económicos que ostentan propiedad sobre ellos. También pensamos que pretender ver puntos en común entre la emisión de ideología y los receptores y creadores de ella no es una locura sino algo plenamente factible.

Ahora que hemos definido al menos de manera intuitiva que es lo que pretendemos aún nos queda resolver la siguiente pregunta: ¿A qué grupo de fenómenos culturales deberíamos abocar nuestros escritos si pretendemos lograr comprender el fenómeno social? La respuesta, por supuesto es Todos. Aunque la tarea sea demasiado grande, señalémoslo desde el principio, impracticable, es esa y no otra la que debemos realizar. Al querer escribir sobre la cultura pop cometeríamos un error dirigiendo nuestro interés sólo hacia lo popular desconociendo lo “elitista”. Si ambos grupos, pueblo y elite, nacieron de una misma escisión, como la posición desigual en las relaciones de producción debido a la posesión diferencial de los medios de producción, la única forma de comprender la creación y el consumo cultural de esos grupos es analizar como se da el fenómeno en los dos segmentos (no negamos que haya más grupos sociales: si hablamos de dos es porque la crítica que se nos ha hecho se define de modo analítico, y se explica de mejor manera, suponiendo que la división implica a dos partes del todo), que relación existe entre ellos y cómo se mantiene y refuerza el “corte” gracias a la utilización de la cultura.

El que nos hayamos ocupado en un principio de elementos culturales propios de la elite (cosa que debería demostrarse antes que suponerse) no significa que seamos elitistas, sino simplemente que empezamos a escribir refiriéndonos a uno de los segmentos sociales y no a otro. Nuestro supuesto de que hay una relación entre las distintas formas adoptadas por la cultura no da lugar a la crítica ya que rechazamos el elitismo tanto como el populismo: el fenómeno cultural no radica en un solo grupo sino en el conjunto. Por esa razón lo pop no puede ser definido ni en referencia a lo popular ni a lo elitista, sino que debe serlo en relación con la totalidad, cuestión que sobrepasa lo “popular” y a la “elite” y que remite por tanto a nuestro verdadero interés, la Antropología Social.

Antropoplogia.
Redactor: Tomás Ernesto Ríos López

sábado, 28 de abril de 2007

Hubo tiempos inmemoriales

Hubo un tiempo en que los hombres vivían separados de sus cuerpos. Estos últimos hacían sus vidas de manera casi independiente y sobrevivían de acuerdo a su naturaleza animal. Se alimentaban, procreaban, intentaban mantenerse con vida. Los hombres mientras tanto, desarrollaban sus existencias en otra instancia. Digo instancia, pues me cuesta imaginar las características de esa dimensión, en que no necesitaban comunicarse, pues todo estaba a la vista (vista no en la acepción del sentido corpóreo) simplemente todo se "mostraba", todo era inteligible inmediatamente, incluso llegando tan profundo como hasta su esencia.

Llegó un día en que por razones que los humanos actuales desconocemos, se vieron obligados a descender a sus cuerpos mortales, pues les era imposible mantenerse en la dimensión en que hasta ese momento habían podido desarrollar sus vidas. Una vez que tomaron posesión de sus cuerpos, notaron que les era imposible mostrarse todo directamente como antaño, por tanto debían encontrar una solución en sus propios cuerpos para al menos llegar a comunicar lo más posible, tomando en consideración las limitaciones con que se enfrentaban ahora. Así crearon el lenguaje, ya sea articulado o de la naturaleza que fuere. Comenzaron a depender cada vez con más fuerza de él y sin embargo, por mucho tiempo ansiaron despegarse del cuerpo nuevamente y regresar a su dimensión primordial, mas les fue imposible, pues seguían sin resolver la situación que los trajo al mundo corpóreo en primer lugar.

El problema fue que finalmente y a pesar de las resistencias, los humanos comenzaron a acostumbrarse a sus cuerpos, los que realmente desconocían hasta ese entonces, pues se trataba de tan sólo una de las tantas facetas que incluía la naturaleza humana fuera de la dimensión primordial. Estaban los cuerpos, los kronan, los frit, los gengas y otras tantas manifestaciones que podía tener esta mentada dimensión primordial. Por azares del destino... huyeron hacia los cuerpos... ¿quién sabe por qué a los cuerpos?

Los intentos por recuperar la dimensión primordial comenzaron a disminuir progresivamente, consideraron que ya las esperanzas estaban perdidas, que la situación que los llevó a huir de la dimensión primordial era insoslayable, que simplemente era imposible de volver a su favor. Es así como comenzaron a apropiarse y resignarse en su condición de cuerpos, llevando casi al olvido las vivencias anteriores, pues tan sólo traían consigo desconsuelo y angustia. Sin embargo, dejaron una puerta abierta, pues conservaban mucho de su anterior creatividad en la forma primordial. Lograron conservar para si la muerte, y por tanto la idea de ciclo y renovación que los hacía humanos, que fundamentaba su existencia y originalidad. Sin embargo, esta vez, dado que no podrían ascender a la condición primordial directamente, pensaron que podrían rodearla. ¿Cómo es esto de rodearla?, pues bien, pasar sucesivamente por las etapas de cuerpo, kronan, frit, gengas y las otras tantas hasta volver al cuerpo tras cumplir el ciclo. Esto era sólo una suposición, la base de una esperanza peregrina, pero suficientemente alentadora como para ser emprendida. La esperanza radicaba en que al cumplir con el ciclo de transmigraciones y volver al cuerpo, obtendrían la experiencia necesaria de todas las dimensiones de manifestación vividas, para con dicho conocimiento retomar la conciencia del perdido problema - ese que los llevó a dejar la existencia primordial en primer lugar - y así encontrar la solución para retornar a ella. Esta titánica tarea traería consigo la posibilidad de alertar y enseñar al resto de los humanos la fórmula para volver a vivir sin depender de sus manifestaciones...

Debo reconocer que se trata de una gran esperanza y hablo en presente, pues lamentablemente, nadie aún ha conseguido terminar este ciclo interminable de manifestaciones...

Gustavo Faúndez (Bubu)

viernes, 20 de abril de 2007

La amenaza monstruosa y la asepsia de lo extraño (parte 2)

La naturaleza de los fenómenos antes descritos pretende manifestar el peligro en el cual se encuentra la sociedad al ser atacada hasta el punto de su aniquilación (efecto que se produciría en caso de morir todos los involucrados). El mismo principio se encuentra presente cuando el grupo atacado es pequeño: en ese caso, el conjunto de personas se muestra como representativo de los “tipos” humanos existentes, se los presenta como detentores de valores intrínsecos de la sociedad o, en último término, el grupo que peligra está contextualmente ligado al resto de los humanos de modo tal que no se los puede pensar sino en referencia al resto. De ahí el hecho casi obvio presente en esta argumentación: cualquier relato que finalice con la muerte de la totalidad del conjunto interviniente en la historia pretende significar el fin de la sociedad, al menos del modo en que es conocida.

Lo anterior se puede clarificar si tomamos de ejemplo a los zombies, aunque al introducirlos se abre una nueva problemática que necesariamente deberá ser resuelta más adelante: el zombie, aunque es no humano, incluye el conflicto de su carácter fronterizo dado que alguna vez fueron humanos. Pero, postergando la justificación de por qué se los puede tratar como amenazas completamente externas, se puede decir que ellos sí ponen en riesgo a la humanidad completa. Insaciables en su irracionalidad, jamás se detienen por su voluntad, expandiendo su infección hasta que externamente se frene su desarrollo. En caso de ataque de zombies las alternativas son dos: se los detiene y regresa la irracionalidad humana (lo que se puede apreciar, si no me equivoco, en “la noche de los muertos vivientes”), o triunfan sobre los humanos e instauran un nuevo orden completamente no-humano.

El resultado de lo expuesto es bastante simple: salvo en los casos más extremos, la sociedad no sucumbe y termina triunfando sobre quienes la amenazan. Más allá del carácter de la amenaza y de su naturaleza (externa/interna, humana/no-humana), la sociedad siempre impone sus términos a través de cierto tipo de individuos, pero se verá más adelante.

Tomás Ernesto Ríos López

La amenaza monstruosa y la asepsia de lo extraño (Intermedio 1)

Escribir por fragmentos tiene ventajas y desventajas. La desventaja es que se puede perder el hilo de las ideas y que la exposición parcial de los hechos puede causar confusión. La ventaja radica en que tomando las críticas que se hacen durante la formación del escrito el resultado final puede ser más depurado. Haciendo uso de la ventaja haré una breve referencia a las críticas (sin mucha profundidad ya que el fondo se contestará en el mismo texto).

Se me acusa de hacer referencia a películas sesenteras, pero a mi parecer los desastres naturales y los enemigos externos son igualmente fruto del Hollywood de los 90. Se dice que anteriormente se tenía fe en la técnica, pero, ¿ha cambiado eso hoy? Los meteoritos serán detenidos con armas nucleares, los invasores del espacio con virus computacionales, las enfermedades con nuevas vacunas, y así podría seguir con una lista interminable. Se señala también que mi análisis es sesgado, pero, Javier, yo cuando digo “externo” no me refiero, como tú, a “enemigo del espacio exterior”; uso el término para referirme a “externo a la sociedad o grupo en cuestión”. Creo que el sesgo va más por el lado de la conspiración extraterrestre que por otra parte… Finalmente debo decir que la problemática del asesino en serie corresponde a la parte "n" del escrito, así que dejaré eso para más rato.

Tomás Ernesto Ríos López

jueves, 19 de abril de 2007

La amenaza monstruosa y la asepsia de lo extraño (parte 1)

Si hay algo de extraño en la mayoría de las películas de terror y aquellas que nos muestran como seres espaciales, bestias salvajes, insectos furiosos, dinosaurios, tornados, terremotos y entes no humanos en general destruyen a los humanos y sus creaciones, es la poca efectividad de sus métodos y la poca espectacularidad de sus actos sobre personas concretas.

La primera característica importante que comparten todos los monstruos y calamidades naturales (y sobrenaturales) es el escaso número de muertes reales o visibles. Es impactante el contraste entre la fuerza teórica de seres como Godzilla o un tornado y la cantidad de vidas que toman. Corriendo por la ciudad, saltando de edificio en edificio y recorriendo los túneles del metro de Manhattan, el lagarto gigantesco creado a partir de la experimentación con armas nucleares en las islas del Pacífico demuele construcciones y derriba helicópteros que lo persiguen… a pesar de ello, los muertos son pocos, o por lo menos no son visibles para los espectadores que del otro lado de la pantalla pueden apreciar cómo solo el cemento cae y cómo la ciudad y sus habitantes, una vez destruida la amenaza, aparecen felices de tener la oportunidad de reanudar sus vidas tal cual eran antes de la aparición del monstruo (incluso es posible que la vida haya mejorado, pues es bastante común que aquellos exitosos pero solitarios acaben encontrando una persona “con la cual compartir su dicha”). Importante es aquí notar que los personajes principales, aquellos que sustentan los valores que deben ser rescatados, salvan sin mayores inconvenientes, aunque ese es un problema que corresponde a la otra parte de la película.

Ocurre algo similar con los desastres naturales. Aun cuando se supone pueden matar a muchas personas, estos se encargan por lo general de los edificios y uno que otro ser humano. Con ellos, al igual que en el caso de los lagartos gigantes, la técnica parece salvar a los humanos del asco de enfrentarse con la degradación de la muerte: la tecnología -edificios y artefactos- absorbe el impacto de la desgracia logrando la asepsia y la certeza de que lo único que puede ser destruido es eso sin vida que es incapaz de sufrir.

Tomás ErnestoRíos López

Hola a Todos

Salve antropólogos. Se abre un nuevo blog destinado a recibir los desvaríos y los razonamientos (no se descarta que de aquí salga algo bueno) antropológicos. El sentido del blog es que en él se escriba sobre aquello compartido por todos, la cultura popular en el sentido de aquello que por su masividad y difusión alcanza a la mayoría de los seres de por estos lados del mundo.
Sin más que decir, esperando actualizar constantemente la página, se despiden los padres y madres creadores(as): Manuela Cisternas, Gustavo Faundez, Ximena Rubio, Tomás Ríos (quien ahora escribe), Marcela Santana. (Con nombres tan poco antropológicos habrá que buscar unos seudónimos...).